2016/10/25
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Desde que se graduó de periodista a comienzos de los años noventa en Medellín, Jesús Abad Colorado ha convertido a la fotografía en su manera de relacionarse con el conflicto armado colombiano. Cámara en mano, y muchas veces sin el apoyo de un medio de comunicación, se ha internado en las regiones más afectadas por la violencia para retratar las secuelas de la guerra. Su labor, como él mismo dice, no es el registro inmediato. Es, en cambio, un ejercicio de memoria construido a punta paciencia, de conocer a sus sujetos, de quedarse durante días en los pueblos o caseríos a menudo devastados.
Dice que ha vivido en la guerra desde antes de nacer, pues su familia ha experimentado de primer mano los secuestros y el desplazamiento. Y fue por ellos, y por aquellos que más adelante conoció y vio morir, que decidió dedicarse al oficio de la fotografía: “Yo estudié periodismo y aprendí a tomar fotos en una época cuando el pensamiento era señalado y mataban a la gente. Imagínate. Entré a la universidad idolatrando a un médico como Héctor Abad Gómez, queriendo a personas como a Bernardo Jaramillo y a Carlos Pizarro, creyendo en procesos de paz, y solo acontecía una tragedia tras otra. Pero fueron esas personas las que me llevaron a estudiar periodismo, diciéndome que se podían mejorar las cosas”.
La semana pasada Colorado, cuyas imágenes lo han convertido en uno de los fotógrafos más reconocidos del país, formó con un grupo de artistas y gestores culturales el proyecto ‘Acciones por el acuerdo’, una iniciativa que pretende realizar una acción simbólica en la Plaza de Bolívar todos los martes hasta que se firme la paz. El colectivo, de hecho, se dio a conocer por medio de una serie de fotografías de Colorado, que se repartieron durante la marcha del jueves 20 de octubre como un gesto de solidaridad hacia las víctimas. Hablamos con él.
Arriba: Paramilitares en la comuna 13 en Medellín en 2002. Abajo: Figuras de las víctimas, casi en el mismo lugar, en 2015. Fotos: Jesús Abad Colorado.
¿Cómo vivió la victoria del No el domingo 2 de octubre?
La viví con lágrimas en el alma. No solo las mías sino las de toda mi familia. Hablo de mis padres, que a sus 85 y 86 años siempre le han apostado a que nuestro país viva en paz. En mi casa siempre hemos apoyado los procesos desde el presidenteBelisario Betancur en el año 82. Recuerdo siendo un estudiante de bachillerato respaldándolo. También los esfuerzos de los presidentes Barco y Gaviria cuando estaba en la universidad estudiando periodismo, pero siempre es la misma dinámica con los poderes de los intocables. Desde hace muchas décadas mi familia ha vivido la guerra, sabemos lo que es el desplazamiento, lo que es perder abuelos, primos hermanos. Hemos vivido secuestros, desaparición forzada, asesinatos, y aún asísiempre hemos apoyado los procesos de paz. No hemos aprendido de venganzas.
Como alguien que ha recorrido el país retratando el conflicto armado durante un cuarto de siglo, después de ver tanto sufrimiento, no debió de ser fácil…
Te pongo como ejemplo un mes mío de trabajo para entender la dinámica de guerra y dolores. Octubre de 1998. El domingo 11 estaba en un campamento del ELN, documentando el inicio de un proceso de paz con esa guerrilla con mediación de líderes sociales como Pacho Santos, Carlos Gaviria Díaz o Sabas Pretelt, entre otros; el domingo 18, una semana después, fui el primero en documentar la tragedia de Machuca tras un atentado del ELN al oleoducto Caño Limón-Coveñas en Segovia, Antioquia, que dejó cerca ochenta muertos; y el 25 de octubre estaba en el municipio de San Carlos con 14 campesinos líderes del pueblo asesinados por parte de los paramilitares. Este último hecho es en el mismo pueblo donde mataron a mis abuelos y un tío en 1960 por ser liberales.
Ser periodista y trabajar en fotografía del conflicto armado no es un hobby. Es un dolor que me acompaña, no solo porque documento los hechos de la violencia, sino porque veo a diario sus efectos entre la población. El 2 de octubre las ciudades definieron el acuerdo por encima del campo y las víctimas. Mis papás fueron campesinos. Hemos vivido desapariciones y secuestros, no solo por las FARC o el ELN, sino también por el Ejército Nacional, pero en nuestro país la gente se ha dejado sembrar el odio en su corazón. No entienden que todos merecemos vivir en paz, en especial los campesinos y los familiares de las víctimas. Y son justamente ellos los que nunca han perdido la esperanza.
¿Cómo la familia que usted visitó el día antes del plebiscito?
Sí. A esa pareja la vi casarse en medio de la guerra el 9 de diciembre del año 2000, en Granada, Antioquia. Un par de meses antes, en octubre, cerca del pueblo, viví un secuestro muy duro de tres días en manos del ELN. La situación de la región era caótica. Un mes después, en noviembre los paramilitares del Bloque Metro, entraron al pueblo y asesinaron a 18 civiles, entre ellos al sacristán de la iglesia. Durante el secuestro compartí cautiverio con un policía de 23 años, Mauricio Yacué Salazar, a quien la guerrilla asesinó en noviembre en represalia de las acción de los paramilitares en Granada, porque la policía no había defendido al pueblo. Y un mes después, el 6 y 7 de diciembre, para continuar la “protesta” contra la policía, las FARC se tomaron el pueblo y pusieron un carro bomba en la estación de policía que mató a 23 personas. Yo viajé a Granada el 9 de diciembre y ese día en la mañana vi a la gente marchando por la paz entre los escombros.
El 9 de diciembre, a las cinco de la tarde, Beatriz García y Óscar Giraldo se casan en Granada. Foto: Jesús Abad Colorado.
Beatriz García y Oscar Giraldo se casaron ese mismo día en medio de la tragedia a las 5pm. Una hora antes se había realizado el sepelio de dos campesinos en la misma iglesia. Los murmullos y lágrimas en el pueblo no paraban. Había gente prendiendo velas de día en el parque como símbolo de resistencia, porque la toma guerrillera no permitió prenderlas en la noche del 7 de diciembre. También cantaban a toda voz las canciones de Mercedes Sosa. Diez meses después, en octubre del 2001 documenté una marcha de más de mil personas con ladrillos al hombro para reconstruir el pueblo. Fui una y otra vez a marchas y sepelios y en el 2005 volví a encontrarme con la pareja del matrimonio y les llevé las fotos de su boda, porque entendí que la vida continuaba y ellos son una prueba de la fuerza del amor por encima de la guerra. Esa es la resistencia.
Cuando los fui a visitar este primero de octubre, el día antes del plebiscito, no los veía desde hace una década. Solo hablaba con ellos por teléfono y me sorprendí al ver tan grandes a sus hijos, Santiago y Vanesa. Fui a saludarlos porque para mí se trata precisamente de eso, de mantener viva la esperanza. Les hice un nuevo retrato en una pequeña parcela que tienen con sembrados, gallinas y un gallo, un par de gansos, 3 perros y dos vacas de las cuales no son dueños. Me dieron un buen desayuno y motivos para celebrar la vida. Por ellos y por todas las víctimas y en memoria de los ausentes, lloré el 2 de octubre.
A pesar de todo el sufrimiento que ha visto, ¿qué lo impulsa a volver a las zonas donde se ha vivido con más crudeza la guerra?
Vuelvo a los lugares porque no hago un simple clic con el dedo, hago un clic con las pulsaciones del alma. Cuando regreso a un lugar es para visitar a la gente que he conocido. Yo no hago registros para que sean chiva o primera página en un diario. Estoy contando la historia de mi país. Me aprendo los nombres de la gente a la que retrato y cuento sus historias como si fueran de mi familia. Y es por eso que quiero que se acabe la guerra. No quiero que haya un civil, un policía o militar o un guerrillero más muertos. Tampoco desaparecidos o secuestrados. Yo he caminado entre los escombros y la muerte, pero buscando la vida. Esto nos tendría que doler a todos como país, por eso apoyo todas las marchas de los estudiantes, los indígenas y los campesinos, la de todos los colectivos que marchan contra la guerra, y que dicen “!basta ya! no queremos más violencias”.
Granada. Octubre 14, 2001. Marcha del ladrillo. Foto: Jesús Abad Colorado.
Usted ha participado en varias marchas y en el proyecto artístico ‘Acciones por el acuerdo’, una iniciativa de acciones simbólicas que se realizarán cada martes hasta que se firme el acuerdo. Cuéntenos de su participación.
En ese proyecto con personas amigas del arte, de la gestión cultural y el periodismo, estamos haciendo una apuesta de esperanza y queremos aportar en la construcción de la paz que tanto hemos anhelado durante décadas. Por eso respaldamos el proceso del gobierno con las guerrillas. En “Acciones por el Acuerdo” estoy aportando una serie de fotografías que hablan de una memoria del dolor y de la resistencia. Son 12 imágenes. Una es histórica de la guerra y la otra es de las marchas después del plebiscito. Como ejemplo está la que tomé después de la Operación Orión en la Comuna 13 en Medellín de una niña que mira a la cámara por el hueco que dejó una bala en un vidrio, y al lado la nueva, aparece una joven afro con una cartel que dice: ‘Ni una bala más’. Otra pareja de fotos consiste en una imagen de la sombra de una mujer que sostiene en su mano el retrato de su hermana Claudia desaparecida en el Magdalena y otra fotografía de las marchas que dice: ‘Ay Colombia, si los muertos votaran’.
Para usted, ¿qué dicen estas imágenes?
He sido testigo de una guerra infame y de una resistencia con mucha dignidad que pocos conocemos. Dejar un testimonio en imágenes es un deber ético. Hoy en las marchas muchos jóvenes están diciendo: “somos hijos de la guerra, pero que queremos ser los padres de la paz”.
Ya que estamos hablando de ‘Acciones por el acuerdo’, ¿cómo de importante son los símbolos en este momento?
Con estas acciones estamos diciendo que la paz es nuestro mayor valor y que no vamos a dejar de buscarla, no vamos a dejar de marchar, y que acá no solo hay estudiantes o artistas, también están los campesinos, los indígenas y las organizaciones de mujeres, hay un país que hoy se toma de la mano. Con estas acciones el mundo del arte trasciende a pequeños círculos para interactuar con la sociedad, para generar reflexión y es ahí donde me inscribo con personas como Miguel Ángel Rojas o Doris Salcedo, con Felipe Arturo o Pía Barragán. La lista de personas es cada día más grande porque es nuestro aporte a un país que debe cambiar y honrar la memoria de sus víctimas. Estos actos pueden ser vistos como ínfimos, pero son como el vuelo de una mariposa, algo de viento deben generar.
Nosotros confiamos en el proceso de paz y en el arduo trabajo del equipo negociador del gobierno. Ellos han entregado estos años de vida por construir una propuesta para todos con las Farc. Lamentablemente algunas personas con poder político, mediático y religioso hicieron mucho daño con sus mentiras repetidas y parecen felices con el rencor. Nuestro trabajo es una búsqueda por un país mejor para todos. Es juntar los fragmentos de un espejo roto que ha dejado la guerra, para mirarnos como nación y colectivo desde la diferencia y la riqueza que habitamos para no repetir un pasado que a todos nos debería avergonzar.
Beatriz y su familia, el primero de octubre de 2016. Foto: Jesús Abad Colorado.
Fuente: http://www.revistaarcadia.com/agenda/articulo/acciones-para-el-acuerdo-fotografia-jesus-abad-colorado/58230