Por Mario Zamudio Palma Publicado Julio 31, 2017
En Construcción de Paz, Historias, Luz Marina Bernal asistió al primer acto de conmemoración de la muerte de su hijo Fair Leonardo Porras.
Esta crónica forma parte de la alianza entre ¡PACIFISTA! y el Centro Nacional de Memoria Histórica. Espere de aquí a noviembre más contenido.
Foto: Sara Gómez | ¡Pacifista!.
A las tres de la mañana Luz Marina ya estaba despierta. Una pregunta la levantó de la cama: “¿será que sí vamos a dejar el mensaje correcto?”, pensó. Es jueves, 27 de julio de 2017. Han pasado más de nueve años desde que descubrió que a su hijo Fair Leonardo Porras, un joven de 26 años pero con la edad mental de un niño de 8, lo habían matado miembros de la Brigada 15 del Ejército y lo habían presentado como un guerrillero muerto en combate. Nueve años desde que ella, y todo el país, abrió los ojos a uno de los capítulos más crueles de la guerra en Colombia: los falsos positivos.
Se paró, agarró una falda blanca llena de mensajes escritos a mano y la metió en una maleta negra. Se puso unos pantalones de jean, una camiseta naranja, la chaqueta más abrigada que tenía y unas botas de cuero. No estaba en su casa de Soacha, a las afueras de Bogotá, sino en un hotel del centro. En menos de dos horas tenía una cita en la Plaza de Bolívar.
Era una cita especial: por primera vez iba a poder conmemorar la muerte de su hijo. Había estado preparando su cuerpo durante meses para este día, todos los viernes asistía a talleres de expresión corporal con el colectivo Cuerpos gramaticales, un colectivo de artistas de la comuna 13 de Medellín que siembra sus cuerpos en la tierra para no olvidar a los desaparecidos de las guerras que ha vivido esa ciudad.
Luz Marina, horas después, también se iba a sembrar.
“Se los traje caminando”, le dijo a los que ya estaban en la Plaza cuando llegó con varios compañeros que también querían sembrarse. Los 20 jóvenes paisas que ya habían llegado empezaban los primeros ejercicios de calentamiento. Luz Marina tenía buen ánimo, incluso sonreía.
A las seis de la mañana, por primera vez, la memoria de su hijo iba a sonar bien fuerte, al lado del Palacio de Justicia y del Congreso de la República. Cerca a la Casa de Nariño, donde según ella se gestó la muerte de su hijo.
“Los falsos positivos fueron una política sistemática de acción, generada por el entonces presidente Álvaro Uribe y su ministro de defensa Juan Manuel Santos”, me dice un par de horas más tarde en una entrevista.
En medio del frío, Luz Marina hizo los ejercicios de calentamiento para la siembra. Foto: Sara Gómez.
Se echó la bendición e ingresó al círculo. Cantó con el resto de artistas una canción que decía “en espiral hacia el centro, al centro del corazón”, corrió por toda la Plaza, agradeció al sol y a la luna por este momento, observó varios minutos el “Palacio de la injusticia” ante la mirada de los primeros transeúntes que iban a su trabajo o al colegio.
El colectivo Cuerpos gramaticales de Medellín ayudó a Luz Marina a conmemorar la muerte de su hijo. Foto: Sara Gómez.
La pregunta, igual, rondaba en la cabeza. “A veces siento que en estos nueve años no he hecho nada”, me dijo entre lágrimas. Ya terminaron los ejercicios de calentamiento y ella tiene un momento libre para hablar. Durante estos nueve años en los que se lava pasado entre juzgados y tribunales, y entre foros estrados, no ha tenido mucho tiempo para acordarse de ella. Por eso me habló, entre lágrimas, de la “profunda tristeza” que siente en la intimidad, cuando se puede permitir quebrarse, cuando no es la vocera de las Madres de Soacha, cuando no está en público, cuando no es la activista que su hijo parió.
“Ni siquiera sé si los restos que me dieron son de mi hijo. ¿Serán?”, me preguntó.
Ya era de día, la Plaza de Bolívar se llenaba de curiosos mientras varios hombres bajaban bultos de tierra de un par de camiones. Mientras tanto, otras personas montaban una tarima, ensayaban el sonido, alistaban los refrigerios y preparaban las pinturas. El evento que soñó Luz Marina empezaba a tomar forma.
Cientos de bultos de tierra se convirtieron en el espaciara sembrar la memoria de Fair Leonardo Porras, víctima de los falsos positivos. Foto: Sara Gómez.
Luz Marina sabe el día en que perdió el miedo. “El 8 de noviembre de 2008, cuando Álvaro Uribe se paró ante los medios de comunicación a decir que los jóvenes de Soacha no se habían ido precisamente a coger café sino con propósitos delincuenciales, fue tan grande el dolor que tenía que dije: “se acabó el silencio””.
Habló con su familia, esperó a que sus otros tres hijos estuvieran a salvo y empezó a denunciar. La amenazaron a ella, al hermano mayor de Fair Leonardo, dilataron durante años el proceso judicial y los supuestos responsables han hecho lo posible por dilatar el proceso.
En mayo de este año, y por orden de la Corte Suprema de Justicia, el expresidente Uribe se retractó por un trino que, en 2015, acusaba a los jóvenes de Soacha de estar en actividades ilegales. “Acepto retractarme del mensaje de Twitter de 25 de Junio de 2015, y de las palabras que lo antecedieron y que pronuncié como Presidente de la República. Acepto que este tweet ofende a las madres de Soacha y afecta la memoria de sus hijos asesinados. Me retracto además porque lo que escribí no me consta en nada diferente a lo que escuché”, dijo ese día.
Para Luz Marina, las palabras de Uribe fueron “un perdón mediocre”. “Él es el rey del cinismo”, me dice con algo de temor. Le pregunté si quería que esa frase saliera en el artículo y ella solo encogió los hombros y me dijo con voz baja: “póngalo. Igual ya yo no tengo miedo de nada”.
Luz Marina se despareció varios minutos. Mientras tanto, un cuarto de la Plaza de Bolívar ya estaba lleno de bultos de tierra y los primeros artistas comenzaban a sembrarse. Boty, uno de los líderes de Cuerpos gramaticales, me explicó que los dolores son de todos, que las violencias son circulares, que esta iniciativa es una apuesta por la humanidad a través de una resistencia colectiva de la sociedad civil.
En la siembra había otras madres de Soacha, desaparecidos de la retoma del Palacio de Justicia, víctimas de la operación Orión en Medellín y otros afectados por la guerra. Una voz femenina decía a través de un micrófono que este día era especial, que la memoria de los falsos positivos debía continuar viva y que estos casos no podían ir a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).
“No son actos de guerra, no fueron actos de servicio y nuestros hijos no tenían ninguna motivación política”, me dijo Luz Marina. Por eso la camiseta con la que volvió decía #NoalosfalsospositivosenlaJEP. Ya tenía puesta la falda que había empacado esa mañana, una bolsa de plástico en la mano y la cara pintada de amarillo y rojo. De su pecho colgaba una foto de Fair Leonardo Porras.
Sin embargo, ese mismo día, la Corte Suprema de Justicia decidió permitir que los miembros de la Fuerza Pública investigados o condenados por los falsos positivos puedan beneficiarse de la JEP. Otro golpe para su lucha.
“Iremos a instancias internacionales”, dijo.
Otras víctimas también sembraron en la Plaza de Bolívar. Foto: Sara Gómez.
“Yo parí a mi hijo para la vida, pero él me parió para la lucha”, le dijo a varios periodistas que a esa hora ya estaban en la Plaza de Bolívar. Esperó a que todos terminaran de sembrarse porque ella tenía un lugar especial. “Voy a ser la raíz de esta siembra”, dijo. Estaba emocionada.
Poco después de las 9 de la mañana, Luz Marina entró en la siembra. A su lado ya había decenas de hombres y mujeres cubiertos de tierra, que llevaban consigo violines, plantas, fotos, afiches, pancartas, mensajes. Memoria. A pesar de que tenía una silla, decidió permanecer parada, con los pies cubiertos de tierra nada más. A su lado, dos jóvenes bailaban.
Acompañada de bailarines y artistas, Luz Marina Bernal fue la raíz de la siembra por la memoria de su hijo. Foto: Sara Gómez.
Luz Marina estuvo allí durante varias horas. Escuchó los gritos de sus compañeros, que pedían justicia y dignidad para las víctimas. Compartió el dolor de las otras víctimas y se convirtió en la raíz de la siembra. Parada frente a todos, fue el eje del primer gran acto de memoria en torno al asesinato de jóvenes humildes que fueron presentados como guerrilleros. Su figura de pie se convirtió en la confirmación de que el mensaje estaba completo. Que las dudas que la despertaron esa mañana estaban resueltas.
Cuando el acto terminó, me acerqué y le pedí que, si ella quería, le mandara un mensaje a Fair, la persona por la que todo esto había pasado. Ella aceptó:
Mi amor, te amo mucho.
Siempre estás en mi corazón. Todo este trabajo que estoy haciendo es porque tú diste tu vida para descubrir lo que estaba pasando en el país. Este trabajo es una forma de ofrecer lo que me resta de vida para apoyar las personitas que murieron de la misma forma.
Me dejaste un trabajo muy difícil en la vida, me pariste para un mundo desconocido… y te prometo que no te fallaré, y que tu memoria seguirá viva a pesar de que yo muera. Tu nombre siempre estará, porque eres un ser emblemático y sigues siendo el héroe más grande del mundo.