13 años de impunidad

Darbey, Alex, José Didier y el soldado Palacios salieron el miércoles 6 de febrero de Palmira rumbo a Manizales. En el terminal, Palacios compró boletos para Pereira, cambiando el destino acordado, sin embargo, esto no detuvo a los tres jóvenes para seguir adelante. Cuando llegaron a esa ciudad los estaba esperando un hombre en una moto que se identificó como “El Paisa” y quien llamó un taxi que los recogió minutos después y los condujo a una casa. Allí comieron, descansaron y llamaron a sus familiares.

En el transcurso del 7 de febrero, “El Paisa” les pidió a Darbey, Alex y José Didier las armas que traían para llevarlas previamente al lugar donde harían el trabajo. Les dijo que en la carretera había mucho personal del Ejército y él, que contaba con su moto, podría pasarlas sin problemas, lo que era menos probable si varios hombres eran vistos movilizándose en un carro en horas de la noche. Así se hizo. Después “El Paisa” regresó, les contó que todo había salido bien y que con tanto retén la salida estaba pospuesta para media noche.

A esa hora llegaron a recogerlos. Tomaron la carretera pavimentada que conduce a Manizales y en el camino encontraron una moto apostada que, cuando pasaron, sospechosamente emprendió el mismo camino detrás del taxi donde iban Alex, Darbey y José Didier. Entre ellos comentaron la extrañeza de ese hecho. La moto se adelantaba y disminuía la velocidad hasta quedarse a gran distancia del carro. Momentos después fue relevada por otra que siguió en igual dinámica que la anterior. Lo comentaron con el conductor, éste aceleró pero la moto volvió a aparecer. Decididos a tomar el control del taxi así se estrellaran, esperaron una oportunidad. Y cuando se dispusieron a ello, Alex anunció que habían llegado a su destino.

El lugar, rodeado de fincas cafeteras, les abría paso a una carretera sin pavimentar por la que viajaron aproximadamente un kilómetro. De un momento a otro, un hombre vestido de camuflado y encapuchado, se presentó en la vía, luego se sumaron otros uniformados, le ordenaron al conductor del taxi detenerse y se identificaron como miembros del Ejército Nacional.

Durante su entrevista con el CTI, José Didier declaró que en ese momento los encapuchados apuntaban a todos menos al conductor del taxi mientras que les gritaban que no fueran a correr porque sino los mataban. Los tres, sabiendo que no podían decir la verdad de sus razones para estar allí, argumentaron que iban a recoger café. Por su parte, los miembros del Ejército los acusaban de querer cometer un atraco. El Ejército separó a José Didier, Alex y Darbey del resto del grupo. En ese momento el taxi que los llevó hasta ese lugar se fue, sin que el Ejército lo impidiera, llevándose consigo sus maletines con ropa. Uno de los encapuchados llevó a José Didier a un lugar todavía más lejos, y mientras le hacía preguntas sobre su procedencia y motivos de estar allí a esas horas, él escuchó como uno de los hombres se comunicaba con alguien a quien le decía “si, aquí listo, ya tengo el objetivo”.

José Didier recuerda que minutos después le dispararon, acto seguido escuchó como un soldado gritó que se le había encasquillado el arma. El aprovechó ese segundo y sin mirar atrás empezó a correr con todas sus fuerzas, tropezó y siguió corriendo hasta que encontró un barranco por el cual se lanzó cayendo en un hueco, se levantó y siguió corriendo; encontró otro barranco, descendió utilizando las enredaderas hasta que finalmente llegó hasta un fondo lleno de latas; con la cara y el tobillo heridos, siguió cojeando hasta la carretera principal.

Folio de impunidad Nº. 2 «Señor comandante: Sírvase felicitarlos!»

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